El solar es otro rasgo definidor de la familia noble en su dimensión de casa y residencia principal y también de territorio de origen o radicación del linaje. El solar era un elemento fundamental para la posesión y el mantenimiento de la condición nobiliaria. La relevancia de un linaje era estimada en función del ámbito geográfico donde su solar era conocido. El solar tenía como elemento de referencia la residencia del grupo familiar, que podía ser un castillo o un palacio.[1]
En este sentido, el solar primitivo de la familia {Padilla} fue la actual localidad burgalesa de Padilla de Abajo. Durante al menos los dos primeros tercios del siglo xiv, los Padilla conservaron derechos señoriales sobre esta villa, pero en algún momento los perdieron, ya que desde los tiempos de Juan Fernández de Padilla II no vuelve a aparecer en la documentación vinculada al linaje. Además, durante las primeras décadas de la decimocuarta centuria el grupo familiar tuvo unos palacios en Frómista, cerca de la iglesia de San Martín.[1]
Al desvincularse del solar originario de la familia y de otras posesiones en la Castilla de las Merindades, los Padilla encontraron una nueva referencia territorial en el señorío de Calatañazor, perteneciente a la familia desde el último cuarto del siglo XIV y hasta su extinción por vía agnaticia. El castillo de esta villa soriana fue la residencia solariega del linaje y la villa y su tierra el ámbito geográfico de referencia familiar. Calatañazor era cabeza de una tierra que tenía una extensión aproximada de más de 250 km2 y en la que se localizaban más de una veintena de aldeas. Antes de que se convirtiera en señorío de los Padilla, la villa consiguió conservar su integridad territorial sin desmembraciones jurisdiccionales97. Así que el linaje recibió la villa con todo su territorio dependiente incólume.[1]
Paralelamente, los Padilla tuvieron otra casa residencial en Toledo, ciudad en la que estaban introducidos desde los tiempos de Juan Fernández de Padilla II, alguacil mayor de Toledo. Fue habitual entre los linajes castellanos bajomedievales que proyectaran su poder en el ámbito de una ciudad o villa de realengo y su tierra. Esta dinámica se fundamenta en la seguridad que aportaba la autonomía de estas ciudades o villas; al mismo tiempo suponía un cambio revelador de los nuevos modos de vida de la nobleza. En suma, la ciudad bajomedieval era un importante centro de poder del cual la nobleza no podía ni quería prescindir. Por eso, siempre que les fue posible, los linajes se asentaron en las ciudades o las villas y sobre ellas y su territorio llevaron a cabo una acción de concentración espacial del poder. De hecho, los Padilla, señores de Calatañazor, fueron vecinos moradores de Toledo. A partir de 1448, todas las propiedades toledanas, incluida la residencia principal de la familia, pasaron a poder de Sancho de Padilla y de su hermano García López de Padilla, clavero de Calatrava. De Sancho de Padilla procede la rama de los Padilla de Toledo, cuya casa familiar estaba situada en la actual plaza de Padilla de la ciudad del Tajo. Esta rama toledana de la familia añadió a la residencia urbana, la torre de Mascaraque y la heredad de Mejorada como nuevas referencias del solar de la familia.[1]
Por su parte, durante la segunda mitad de la decimoquinta centuria, la rama troncal de la familia, la de los señores de Calatañazor, unía a este señorío solariego otros tres en tierras burgalesas. Se trataba de las villas de Santa Gadea, Sotopalacios y Villaveta, que contaban con sus respectivas fortalezas. De tal suerte que los Padilla poseían cuatro castillos como referencias más visibles y simbólicas del linaje en las tierras de sus dominios. Además, en Sotopalacios, el grupo familiar tenía unas casas residenciales, en las que se fecharon y redactaron documentos en febrero de 1470 y en enero de 1506. A estas propiedades se unió el palacio que Gómez Manrique había construido junto a la ermita de la Virgen de Fresdelval, antes incluso de que comenzaran las obras del monasterio jerónimo. Posteriormente, este palacio fue elegido por Isabel Pacheco, la viuda de Pedro López de Padilla IV, para residir más de una veintena de años, hasta su muerte en 1538. Así, en la segunda mitad del siglo xv, cuando el linaje alcanzó su apogeo, contaba con no menos de cuatro fortalezas, un palacio y unas casas residenciales. Estos edificios manifestaban una condición política, social y económica relevante y, además, simbolizaban el poder adquirido por los Padilla al final del Medievo.[1]
[1-Castillo de Sotopalacios / Palacio de El Cid] Por CastillosNet |
[1-Descripcion del Sacro Convento y Castillo de Calatrava...Por Fernando de Cotta y Marquez de Prado] |
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Por esas mismas fechas {1475}, Don Pedro López de Padilla construyó también el Castillo de Soto Palacios, probablemente, sobre las estructuras en ruinas, de “aquella casa grande de tapias”, de Soto, ó bien, “cerca de ahí”, donde habitó la familia paterna del Cid. |
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[1-Ruta por las casas de las grandes familias de Sevilla] |
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[1-Castillos del Olvido. Por Pedro Maria Vargas] [2-Santa Gadea del Cid. Por Wikipedia.] |
[1-Castillos del Olvido. Por Pedro Maria Vargas] [2-Castillo de Arenillas de Muñó. Por Junta Castilla y Leon] [3-Arenillas de Muñó. Por Wikipedia.] |